martes, 13 de diciembre de 2011

ISABELITA


 El fuerte viento de costado alejaba el barco
de la costa......Las previsiones que venían
anunciando en las últimas cuarenta y ocho horas
estaban dando sus frutos, y ya no eran simples
pronósticos, si no una realidad. La fuerte tormenta  se
 había desencadenado.


Él sabía que aquella tormenta sería especial. Había pasado
muchas tantas otras y conocía perfectamente la furia y
braveza que formaban las aguas ante aquellas tempestades...
su larga vida de pescador así se lo había enseñado.
Pero en su adentro algo le decía que aquella noche sería
distinto.

Se encontraba ebrio, como de costumbre. En los últimos
años el alcohol había sido su aliado e Isabelita su único
hogar. -Isabelita era el nombre que le puso al barco en honor
a su mujer, la cual años después averiguó que no era tan
honorable al descubrir que en sus ausencias se consolaba
con el médico del pueblo, que a la vez era su propio hermano.-


La tormenta se iba intensificando conforme pasaba la
noche, el balanceo de Isabelita era ya más que considerable.
Él, al contrario de sentir pánico o miedo por su propia vida,
se sentía feliz, una paz interior se había establecido por
todo su cuerpo.
Sabía que esa noche iba a ser su final, pero no le importaba,
moriría en su barco, en la mar, en las únicas dos cosas que
le habían sido fiel en este mundo.
Con la mirada perdida en la tempestad y su botella de Whisky
barato en la mano, esperó a que la furia de las aguas hiciesen
su trabajo.

Dicen en el pueblo, que los días de oleaje y tormenta, el mar lo
devuelve de sus entrañas.....y allí, en el horizonte, donde el mar
se junta con el cielo, se divisa a Isabelita.



Ana Martos. Octubre - 2011.

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