Una mañana, revisando el correo, hallé entre cartas del
banco, seguros y demás, un folleto de publicidad en el que
se anunciaba ' clases de esgrima' . Me llamó la atención,
dejé sobre la mesa la correspondencia y me limité a leer
atentamente aquel anuncio.
''DEPORTE DE COMBATE''
¡¡SE IMPARTEN CLASES DE ESGRIMA!!
''TODOS LOS NIVELES''
¡¡MATRICULA GRATIS PARA LOS VEINTE
PRIMEROS ALUMNOS!!
Me quedé pensativa observando aquel papel. Mi mente
empezó a repasar la historia de tan glamoroso deporte. Databa de
siglos de antigüedad, originado en España, muy practicado
entre nobles.......incluso, llegué a recordar a la princesa Éboli,
muy asidua a este deporte y por el cual pierde el ojo en un
desgraciado accidente causado por su maestro.
Sumergida por completo en aquellos pensamientos, una idea
comenzó a fraguarse en mi mente. Aquello que estaba comenzando
a urdir me atria, incluso, por un instante llegué a visualizarme empuñando
una espada y ataviada en aquellos monos blancos, bajo una careta.
-......Siempre he pensado realizar algún deporte. Y que
mejor que este!!!!....- me dije a mí misma.....''
Totalmente decidida y sin más preámbulos, aquella misma tarde
me presenté en la dirección que el folleto facilitaba.
Una vez allí, una chica joven y muy amable me atendió. Le pedí información
sobre las clases de esgrima, lo cual ella muy atentamente me estuvo
explicando todo lo referente a ellas...... aclaró cualquier duda que
pudo surgir durante la conversación y estando en todo de acuerdo, rellené
la matrícula. Por último me comentó que ella personalmente se
ocuparía de llamarme en los próximos días para decirme el día y la hora
asignada.
Y así fue, en los días posteriores recibí la llamada ..... y una semana
después darían comienzo mis clases.
Ese día me encontraba eufórica, conforme se acercaba la hora el entusiasmo
era aun mayor.
Llegué puntual a mi primera clase, incluso con el tiempo
suficiente de ver llegar a mis compañeros. Éramos un grupo reducido de
diez personas, y por los comentarios q hacían pude comprobar que tenían
el mismo conocimiento de esgrima que yo, es decir.....ninguno; pensé, que
todos habíamos sido seducidos por la misma idea.
Un tipo alto, vestido de blanco, entró en el salón sorprendiéndonos.
Me imaginé que sería el maestro....... y así fue. Era un joven de buen
parecido, nos saludó y se presentó muy cortésmente. A continuación hizo
un breve resumen de lo que serían sus clases y empezó deleitándonos con
la historia del esgrima. Nos habló de las armas modernas..... como el florete,
sable y espada. De las poses, desplazamientos y ataques...... Y media hora
antes de finalizar la clase, comentó que a continuación haríamos unas
demostraciones y así, tendríamos nuestro primer contacto con la espada.
Mire usted por donde... fui la primera en ser llamada a tal demostración, cuando mi
nombre pronunció, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Me entregó una
espada que mediría un metro de larga y unos quinientos gramos de peso.
Me quedé mirando aquello, no sabía que hacer, mi mente se había quedado
bloqueada, no era capaz de recordar lo que diez minutos antes me habían
explicado.
Los nervios se habían hecho con mi dominio. El maestro me gritó '' en guardia'',
y yo realmente, no sabía ni cual era la pierna que tenía que adelantar ni la
cabeza a que lado girar. Según él, mis piernas debían de formar un ángulo
de noventa grados..... la separación del pie derecho y el izquierdo debía ser,
la equivalente al ancho de mis hombros..... las rodillas debía flexionarlas
hasta formar un ángulo recto. Levantar el brazo no armado.... mantener la
espada paralela al suelo apuntando al frente y mantener en todo momento
la espalda recta...... Aquello era mucho para mí, no era capaz de hacer tan
solo una posición correcta y de los desplazamientos ni hablamos.
Dos movimientos de espada bastaron para que mi maestro dijera
''tocado''. En ese momento aprecié como una fina y reluciente hoja de acero
era apuntalada en mi pecho. Mi mirada se clavó en aquellos tiernos y azules
ojos que me miraban con cierta ternura, mientras los míos, le miraban en forma
de súplica. Me sentí ruborizada, avergonzada por aquella aptitud.....hubiese
salido huyendo en aquel preciso instante. Me dí cuenta que lo mío no era el
esgrima y que mejor debería de pensar en practicar otro deporte con menos
riesgo como tal vez...... el ajedrez.
Salí de aquel gimnasio sumergida en mis pensamientos, visualizándome
sentada frente a mi rival, diciéndole ....'' Jaque Mate''.
Ana Martos - Noviembre 2011.
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