domingo, 17 de junio de 2012

El LAGO


  Me siento frente al lago, camuflada en esa parte de la orilla donde
ningún ánima puede percibir mi presencia; por el contrario yo, 
puedo advertir cada movimiento, escuchar cada sonido, incluso sentir
la respiración del silencio.
Llevo años profanando aquella apartada orilla, haciéndome sentir la
dueña de aquel recóndito rincón donde el lago me muestra sus secretos
mejor guardados.
El lago es mi Señor y yo le pertenezco desde aquella fría tarde de invierno
que me devolvió de sus entrañas. Nuestro pacto fue sellado y cada día, 
cada atardecer, antes de que el sol muera tras las montañas y la noche 
irrumpa con sus fantasmagóricos encantos, asisto a nuestro encuentro.
Todas las tardes el mismo trecho, todas las tardes recorro el mismo sendero
hasta llegar a él.
Me siento frente al lago, un haz de luz reflejado en sus aguas se inclina ante 
mí abrazando mi figura. Mi sombra le devuelve el gesto haciendo reverencia
en su fino y delicado hontanar.
Se abre ante mí revelándome su magia, compartiendo y haciéndome sentir
partícipe de su misterio y enigma. Conversamos mientras soy testigo de como
la oscuridad se apodera de mi reflejo. Es el momento de hablar lo callado, de
confesar nuestros secretos.

Hoy, puedo percibir un peculiar aroma en el lago, un sabor desigual a cada
tarde. El crepúsculo se muestra arrogante, el aire es presuntuoso; mi 
Señor altivo. Hoy no existe el sosiego y placidez que rezuma en el ambiente.
Nada es igual, las ninfas de las aguas husmean mi presencia; hasta la luna se 
deja perder entre el manto de nubes que encapota el cielo, tal vez sea cobardía 
lo que siente, recelo a mi Señor.

Surgen voces de las profundidades de sus aguas, el lago me llama. Un impulso
me hace ir hacia él; me despojo de mis ropas y me sumerjo lentamente en su
belleza, sintiendo como mi Señor acaricia cada parte de mi cuerpo, me dejo
adormecer en sus brazos sintiéndome más suya que nunca.
Me empuja y arrastra al corazón de sus entrañas. La delicadeza que se abre ante
mí es propia de la divinidad.
En el núcleo de su ser las ninfas me esperan, ahora soy una más de ellas...


Ana Martos -  Junio 2012.

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