jueves, 6 de diciembre de 2012

LA TORMENTA


        La tormenta hace acopio de su fuerza y se ensaña contra mí, pareciese más una 
obstinación de Satanás que de la madre naturaleza. Sus gritos desgarrados estremecen
mi cuerpo, los rayos sacuden mi alma sin compasión; manantiales de agua barren mi ser.
Hace tiempo que deambulo bajo este aguacero que anula mi visión. Mis pasos se pierden
en el barrizal, volteo y no existen huellas, la tormenta ha borrado el rastro de mis pies.

Vago desorientado bajo la tempestad, buscando el camino que me lleve a algún refugio
donde hospedarme mientras el vendaval se disipa y emerge, algún rayo de luz. Pero no
me quedan fuerzas, no puedo luchar contra el diluvio, es inútil, estoy envuelto en un 
manto de neblina que consume mi solidez.
Quiero gritar, que alguien escuche mis alaridos y me ayude a salir de este mar de tormenta,
pero mi voz no tiene aliento, no clama, a muerto.

Cierro los ojos, deseo soñar que todo esto es un simple sueño, pero la tormenta brama,
vocifera enfurecida ante mí dejando constancia que ella es quién tiene el poder, el
dominio, mi vida en sus manos.
Manos que sacuden y golpean mis entrañas, y asfixian mi hilo de aliento.

Caigo abatido sobre el lodo de mi propia vida, la tempestad me arrastra a sus profundidades,
me engulle hasta sus entrañas, mi alma muere, no tengo salvación; ya no existe línea con 
la vida, no tengo conexión, la tormenta a destruido el vínculo; Satanás en su ofuscación.

Soy naufrago en el mar de la vida, no hay redención....



Ana Martos - Novienbre 2012.


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